La familia es la primera escuela de la vida, y es en la misma que los padres intentan transmitir a sus hijos, a través de un ambiente de amor, los valores que creen forman a una persona buena, íntegra, coherente y capaz de estar en sociedad.
El dilema se presenta en el cómo lograr este objetivo tan amplio.
David Isaacs expresa en su libro La educación de las virtudes humanas: "Creo que a todos los padres de familia les gustaría que sus hijos fueran ordenados, generosos, sinceros, responsables, etcétera. Pero existe mucha diferencia entre un deseo difuso que queda reflejado en la palabra ojalá y un resultado deseado y previsto, y alcanzable. Si la formación de los hijos en las virtudes humanas va a ser algo operativo, los padres tendrán que poner intencionalidad en su desarrollo. Para ello hace falta estar convencido de su importancia. Hay que aprovechar la cotidianidad de la vida en familia, pero se necesita aumentar la intencionalidad respecto del desarrollo y reflexionar sobre dos aspectos: la intensidad con la que se vive y rectitud de los motivos al vivirla".
-¿La familia es la primera escuela de valores?
-Sí, y la consigna es vivir los valores que se promulgan. Es importante que el hijo vea que los adultos hacen lo que dicen. Si en casa llaman al padre por teléfono y él le dice a su hijo que conteste que no está, eso marca una conducta ambivalente. Si el padre dice la verdad, trata con respeto a todo el mundo, desde el barrendero al presidente, no tira papeles en la calle, es respetuoso de las leyes, es más sencillo que el hijo entienda el mensaje.
-¿Qué es el desarrollo moral?
El desarrollo moral es el proceso por el cual el niño logra hacer carne determinados hábitos o virtudes. En este proceso es fundamental el rol de la conciencia moral, aquella voz interior que nos indica lo que está bien y lo que está mal. La conciencia moral es parte del área cognitiva, pero está teñida de emoción. Por eso se vale de emociones morales como la culpa o el orgullo que le van indicando el rumbo. Si siento culpa, puede ser que sea porque hice algo mal.
Al principio, la conciencia moral es muy rudimentaria y por momentos desproporcionada ante nuestras acciones. Un niño puede sentir culpa por acciones que realizó sin intención de lastimar. Con el tiempo, la conciencia moral se va desarrollando y afinándose cada vez más.
EN CONCLUSIÓN:
El leer el desgarrador titular “El IPF (Instituto de Política Familiar) denuncia que cada tres minutos se rompe una familia”, con los problemas que eso comporta para los hijos y para la adquisición de valores-virtudes en estos, me ha hecho pensar en que la familia, especialmente la familia cristiana, tiene, hoy más que nunca, una misión nobilísima e ineludible, como es transmitir estos valores y de entre ellos el más importante, la fe, que implica la entrega a Jesucristo, muerto y resucitado, y la inserción en la comunidad eclesial. Los padres son los primeros evangelizadores de los hijos, don precioso del creador, comenzando por la enseñanza de las primeras oraciones. Así se va construyendo un universo moral enraizado en la voluntad de Dios, en el cual el hijo crece en los valores humanos y cristianos que dan pleno sentido a la vida.
Para poder comprender la misión de la familia en la sociedad y especialmente en la comunidad cristiana y sus tareas de formación de la persona y transmisión de la fe, hemos de partir siempre del significado que el matrimonio y la familia tienen en el plan de Dios, creador y salvador, otra cosa, como desgraciadamente vemos, lleva a su destrucción.